sábado, 2 de julio de 2016

Bosque de ombúes








Remontando el arroyo Valizas hacia la laguna, se encuentra esta agrupación de ombúes, colosos entre los árboles, que forma un auténtico bosque y reservorio natural. Desde la ruta hay excursiones que parten a descubrirlos.

Hacia un bosque especial

En el kilómetro 267 de la ruta 10 se encuentra la agencia Monte Grande, que ofrece paseos guiados al famoso bosque de ombúes. Para llegar allí subimos a una lancha que nos conduciría, remontando el arroyo Valizas, hasta el punto donde comienza la Laguna de Castillos; allí se encuentra el Monte de Ombúes.

Nos encontraremos con lo que constituye un proyecto único en el mundo: el fomento del desarrollo del ombú como única especie en el terreno. El sotobosque ha sido podado, de modo que las lianas que cuelgan de los árboles, los nudos de ramas intrincadas, la multitud de hojas y semillas, todo pertenece exclusivamente al ombú.


Nuestro guía, un Olivera

El proyecto está a cargo de la familia Olivera, que en una época poseía todo el terreno alrededor de la Laguna de Castillos. Hoy en día, en su sexta generación, Juan Carlos gestiona con dedicación el legado familiar y ha convertido el terreno que heredó en una verdadera reserva ecológica.

Cuando descendemos de la lancha frente a la entrada del bosque, nos recibe Marcos, otro miembro de la familia, que se ha formado en la ONG Provides para poder llevar adelante el proyecto del bosque de ombúes. Nos guiará por entre los árboles explicándonos detalladamente la vida del ombú y respondiendo a nuestras inquietudes.

"Es un grupo con intereses muy diversos", nos comenta con una sonrisa apacible a quienes estamos juntos en esta excursión. Algunos consultan acerca de los usos medicinales de las hojas y semillas del ombú, otros están en busca de insectos peculiares que se encuentran en esa zona o desean aprender más acerca de la madera de este árbol tan especial.


El árbol cambiante

Ocasionalmente, el ombú convive con el coronilla, otro árbol autóctono.
De pronto nos encontramos frente a una imagen impactante: los dos gigantes unidos en un abrazo, creciendo juntos desde hace años. Marcos nos habla entonces también de esta especie, que se encuentra sólo en un par de casos en el monte -recordemos que es prioritario el crecimiento del ombú. Él conoce el bosque como la palma de su mano.

Adentrándonos, nos encontramos con árboles que se fusionan -y nuestro guía explica esta paradoja exclusiva del ombú-, con lianas gruesas y largas que forman curvas pronunciadas y se unen al árbol por ambos extremos; “las lianas de diablo”. Los enormes huecos entre las raíces de los árboles, formaciones extrañas junto a los troncos -que resultan ser bacterias-, todo en el bosque plantea un sinfín de enigmas.


Despedida afectuosa

Al dar comienzo al camino de vuelta, se siente un poco de nostalgia, ya que se está muy bien dentro del bosque, bajo la sombra espesa que atenúa el calor del medio día, rodeado del aroma dulzón de la vegetación. Pareciera mentira que hace 10.000 años el suelo que pisamos era parte del lecho del océano Atlántico.

Antes de subir a la lancha, nos reciben con empanadas y chorizos, los aperitivos típicos del campo en Uruguay. Marcos nos da un último dato: cómo distinguir un ombú de un gomero o un baobab. Desde ese día, al pasar junto a un ombú solitario el recuerdo de este refugio se presenta y no deja de conmovernos. Aprendimos algo más en la vida
La agrupación más grande de ombúes en la región del Plata se ubica a orillas de la Laguna de Castillos. El monte de Ombúes se extiende en una franja de 20 kilómetros y el Estado tiene a su cargo la preservación de una pequena superficie; el resto se encuentra en campos privados. Esta difícil tarea está a cargo del primer guarda parque del país, Juan Carlos Gambarotta. Se propone visitar el monte a través de un entretenido paseo en bote por las aguas del arroyo Valizas. En verano, las excursiones son diarias, mientras que en invierno se realizan únicamente los fines de semana.
El paseo tiene una duración aproximada de una hora y media y su costo es accesible, siendo ideal para realizarlo en familia. El punto de partida del recorrido es el puente sobre el arroyo Valizas, que conecta la laguna de Castillos con el Oceáno Atlántico y se ubica en el kilómetro 267 de la ruta 10. Desde allí, varios botes salen rumbo al monte de ombúes en horarios diurnos, siempre que se cuente con un mínimo de seis pasajeros.
La laguna de Castillos es el refugio natural de variadas especies animales que tienen en la vegetación de pantano y en el monte criollo su hábitat. El recorrido en bote, desde el puente hasta el monte natural, no alcanza a los cinco kilómetros. El calado del arroyo promedia en los tres metros, aunque se presentan pozos de entre ocho y nueve metros de profundidad. El agua del mismo varía en su grado de salinidad, debido a su mezcla con agua proveniente del mar.
Según los conocedores del lugar, allí se pesca corvina, pejerrey, lenguado, bagre y camarón en los meses de otono y cangrejos y siri en la primavera. El arroyo se destaca por la limpieza de sus aguas. Apenas iniciado el viaje se aprecian junto a sus orillas ranchos de pescadores. Luego de un par de curvas, se observa el ganado que pasta plácidamente en las márgenes del arroyo. Enmarcan el entorno palmeras butiá y varios bosques de eucaliptos dispersos en el paisaje. Se respira un aire con aroma a campo y con un poco de suerte se pueden divisar biguás, teritos reales, gansos, flamencos rosados y gaviotas entre otras especies de aves. En esta zona del departamento de Rocha es posible observar la mayor parte de las aves que habitan el territorio nacional. Unos 10 minutos después de comenzar la travesía se ubica, a mano derecha, un casco de estancia donde se destacan eucaliptos y frondosos transparentes.
Más adelante, luego de cruzar el límite de un alambrado que se extiende a ambos lados del arroyo, se divisan los ombúes hacia la derecha. Pocos minutos más tarde, la embarcación se detiene junto a un sencillo muelle de madera. Allí, hacia la izquierda, se ubica el monte de ombúes. Si el grupo de visitantes es pequeno, es probable que el guarda parque del monte lo acompane a recorrer el sendero marcado a través de los imponentes ombúes. De lo contrario, la guía y responsable del grupo será el propio botero que se encargó del traslado. En los meses de verano, alrededor de 14000 personas llegan al monte de ombúes y de marzo a diciembre su número alcanza a 1000 visitantes. Durante el recorrido se verán ejemplares de tala trepador, coronilla, chal-chal, canelón junto a más de 300 especies arbóreas. los ombúes, con edades que oscilan entre los pocos días y 500 anos, son las estrellas de este monte.
El visitante podrá observar y sacar fotografías sin desviarse del sendero marcado. El guarda parque es el encargado de la conservación de este ambiente natural y mostrará satisfecho los nuevos ejemplares de ombú, de apenas días de existencia. La reproducción de la especie en el resto del monte se ve dificultada por el ganado que come las plantas recién nacidas. Cuanto más anejo es el ombú, más amplio es el hueco interior. Su madera es poco consistente y no sirve para lena. Ombú proveniente del guaraní - umbú - y las especies originarias de Paraguay y Misiones. Luego de la conquista, se extendió en la región del Río de la Plata. La fauna del lugar se caracteriza por la presencia de zorros, zorrillos, manos peladas, comadrejas, gatos monteses y lagartos entre otras especies. El área comenzó a reservarse en 1991 en el pequeno sector del monte que se encuentra en la órbita estatal y ofrece al presente un atractivo recorrido.
Esta es la versión html del archivo http://www.guayubira.org.uy/monte/seminario/ponencias/Gambarotta.pdf.
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SOBRE EL MANEJO DEL BOSQUE DE OMBÚES DE ROCHA
El bosque de ombúes que bordea gran parte de la Laguna de Castillos, ha pasado a ser
uno de los bosques naturales más visitados del país. Lo que sigue, refiere al pequeño
predio estatal del Refugio de Fauna Laguna de Castillos.
Los visitantes nacionales y argentinos desde el comienzo de las visitas encontraron
llamativo el hecho de hallar un bosque dominado por los ombúes. Y eso se debe a que
el ombú es considerado por el común de la gente como un árbol de las pampas o del
campo abierto. Actualmente y desde hace varios años, viene creciendo el porcentaje de
turistas de ultramar que quieren visitar el bosque de ombúes, porque si bien no es cierto
que se trate de un árbol típico de los campos abiertos - los que se ven han sido en su
mayoría plantados, por eso suele haber ruinas o taperas en su cercanía - son muy pocos
los bosques naturales dominados por esta especie.
La distribución natural del ombú comprende Uruguay, el noreste de Argentina, el sur de
Brasil y algo de Paraguay. En esa zona bastante grande, los ombúes se encuentran por lo
general en muy baja densidad dentro del monte, ya sea galería, de quebrada, en los
talares o la selva subtropical.
¿Por qué se formó un Bosque de Ombúes rodeando a la laguna?
No sabemos. Pero es interesante notar que hay un bosque de ombúes muy parecido en la
isla Bastián que está situada en los bañados de Santa Teresa. Allí, al igual que en el
bosque que nos ocupa, los árboles están sobre una leve elevación y rodeados de
bañados. El otro caso muy conocido es el del Bosque de Ombúes del Cerro Arequita.
Allí los árboles están a media altura sobre el cerro y en terreno rocoso, o sea en un
ambiente totalmente distinto a los anteriores. También hay bosquecillos de ombúes en
otras partes del país, pero por lo general se ven menos de una decena de ejemplares
dispersos dentro del monte. La cosa es que al contrario de lo que sucede con los demás
árboles nativos, la presencia de un bosque de ombúes no es predecible con el estudio de
una carta geográfica ya que no siguen ningún patrón específico de suelos y cota
altitudinal.
El estudio de los bosques es totalmente distinto al de, digamos, un pastizal. El científico
que estudie una pradera natural encontrará novedades significativas con el correr de las
estaciones del año y notará cambios importantes en años secos o muy húmedos.
Algunas especies serán dominantes unos meses y luego serán reemplazadas por otras,
pero cuando uno estudia bosques, la cosa es muy diferente. Los ciclos son muy largos,
porque también son muy largas las vidas de los árboles. La vida del investigador queda
corta para poder explicar algunas características de los bosques naturales. Los procesos
en vez de durar meses o estaciones, duran décadas y hay ciclos que duran cientos de
años en repetirse.
Cuando llegué al bosque de ombúes en marzo de 1991 el impacto que había provocado
el ganado era enorme. Los árboles que había eran en su totalidad maduros o
sobremaduros -decadentes- la mayor parte del suelo en la zona umbría estaba desnudo y
donde daba el sol la cobertura era de pasto bermuda, una plaga de origen africano.
La primera medida de protección fue alambrar el predio y retirar todo el ganado.
Al año ya habían germinado los primeros arbolitos y al tercer año comenzaron a
aparecer palmas butiá. Mas adelante se agregaron otras dos especies que no contaban
con ejemplares en el predio: el arrayán y el curupí.
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Ya desde los comienzos se hizo evidente que las únicas especies que demostraban tener
menos facilidad para reproducirse eran justamente las dominantes: el ombú, dominante
por su tamaño y segundo numéricamente y el coronilla, dominante en número.
En cambio, las especies que cuentan con cientos de renovales son justamente las que
participaban con menor número de individuos en aquel bosque que encontré a la
llegada: canelón, guayabo blanco, tembetarí y chal-chal.
¿A que se debe eso?
No lo sabemos, lo cierto es que las condiciones actuales del monte de ombúes son
distintas a las que hubo en el pasado, o sea, a las que hubo cuando se formó el tipo de
bosque que todavía hoy podemos ver por cerca de veinte kilómetros bordeando la
Laguna.
¿Qué cosas cambiaron? Bueno, para empezar faltan unas cuantas especies de mamíferos
que indiscutiblemente influirían en el monte, aunque no sabemos como. Esas especies
son: puma, jaguar, ciervo de pantano, lobo grande de río, oso hormiguero grande, pecarí
y aguará-guazú, a lo que en el caso concreto del bosque de ombúes debemos agregar
venado de campo, guazú-birá y hasta carpincho. No hay que pensar que porque un
animal es de bañado no influye en el bosque próximo. En otros países se ha aprendido
mucho últimamente sobre la enorme influencia que algunos mamíferos hacen en los
bosques. Solo por hacer un breve comentario puedo mencionar el caso de que, aunque a
muchos les cueste creerlo, los lobos en el P. N. Yellowstone están beneficiando la
presencia de sauces a orillas de un río y los árboles próximos a algunos ríos de Alaska
son mucho mas altos que los situados algo mas allá, debido a la influencia de los restos
de pescado dejados por los osos.
En Uruguay me consta que los carpinchos cortan las raíces de los higuerones, por lo que
en un bosque donde haya una buena población de carpinchos será menos probable que
los higuerones estrangulen muchos árboles.
Otros casos muy evidentes de interacción son el ñandú como dispersor de semillas de
ombú y butiá y el zorro de monte como dispersor del butiá.
¿Cuántos nutrientes de cuerpos de animales eran antes transportados bajo los ombúes
por los jaguares y pumas que gustan de comer a la sombra? ¿La falta del guazu-birá no
provocará el crecimiento desmedido de algunas especies de enredaderas que el ciervito
tiene controladas en otras áreas?
Agreguemos a eso otra cosa que suele pasar inadvertida.
Toda la zona estaba poblada por indígenas, ¿Cómo influían ellos en el bosque de
ombúes?
El hombre ha hecho incendios de pastizal en todos los pastizales del mundo y es muy
posible que también los hicieran aquí.
El bosque de ombúes, si bien es largo, es muy angosto, teniendo unas pocas decenas de
metros de ancho. Por eso, es muy posible que fuera atravesado por los incendios que
podrían provocar los indios con el fin de facilitar el crecimiento de pasturas verdes
atrayentes para venados y ñandúes.
Los ombúes no sufren mucho los incendios de poca temperatura y poca duración, o sea,
los de pastizal. Y como toleran el fuego, podrían haber ido ganando terreno si es que las
especies acompañantes del bosque morían con los fuegos, algo posible.
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También el bosque podría estar sufriendo otro cambio. Las interacciones mutuales
planta-animal son algo sumamente importante, pero que también suele pasar inadvertido
cuando se trata de insectos influyendo sobre la composición de bosques. Las abejas
nativas que influyeron durante milenios en nuestra vegetación ya no están mas. Su lugar
ha sido tomado por las abejas europeas, pero, ¿ realmente han tomado su lugar? No
sabemos si las dos especies de abejas tienen los mismos gustos o inciden de la misma
manera en el ecosistema bosque natural. Por eso no sabemos si la actual gran
regeneración de las especies de árboles que no son los que dominan el monte
actualmente se debe a la falta de abejas nativas (o a la superabundancia de las exóticas).
Otro problema de manejo es la presencia de algunas especies vegetales exóticas. En el
pequeño predio estatal hay cardos europeos, una enredadera (Anredera cordifolia) muy
invasora y algunos pastos.
Los cardos casi han desaparecido gracias al manejo con caballos, la enredadera está
muy bien controlada y casi desaparecida, pero los pastos son dominantes en la parte
soleada del monte.
Se me ocurrió que el mejor combate del pasto bermuda dentro del monte era irle
quitando sol. Por eso se plantaron algunos coronillas en los claros donde hay mas pasto
y con el correr de los años la propia sombra de los árboles debilitará y luego desplazará
al pasto. Pero se necesitarán decenas de años para que eso pase. El problema de las
especies exóticas será el mas grave dentro de unas décadas y los bosques naturales del
Uruguay podrían no ser mas naturales dentro de cien años.
Si bien en Uruguay no es posible hacer cortas de cierta monta de bosque natural sin
contar con el permiso especial, a menos que se comience muy pronto con el combate
masivo de ligustros, paraísos, pinos, azareros, acacias y tantas otras especies como la
simpática madreselva, por mas que nadie corte un coronilla, perderemos nuestros
montes naturales -como dije- quizás en cien años.
Bosques habrá y hasta podrían tener mas superficie que los actuales, pero las especies
serán otras.
Con todo lo expuesto queda claro que la conservación del bosque de ombúes no es algo
fácil.
Siempre oímos que la conservación de la naturaleza requiere de contar con información.
Eso es muy cierto, el problema es que rara vez cuentan con esos conocimientos quienes
administran o llevan adelante la conservación de un espacio natural. Y eso no es porque
no estén informados o sean malos profesionales, es porque esa información suele faltar.
Pero como la conservación de la naturaleza no puede esperar a que se generen los
conocimientos científicos, mas que nada en un país donde las ciencias biológicas están
lejos de ser una prioridad, quienes estamos a cargo de esos espacios tenemos
obligatoriamente que hacer lo que se llama manejo adaptativo, o sea tomar acciones y
ver sus efectos. Después de todo, el término ecología de la conservación habrá sido
inventado por un biólogo, pero la metodología ya era hecha por conservacionistas de
áreas protegidas.
En otros países el manejo adaptativo salvó de la inminente extinción a varias especies
de ungulados que con poblaciones “Nadir” de unas pocas decenas pasaron a los miles de
ejemplares en cincuenta años.
Durante los primeros ocho años de protección se mantuvo fuera del predio cercado todo
tipo de ganado. Luego comencé a ver que los pastos se habían dispersado mucho por el
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suelo del bosque y eso parecía impedir la reproducción de los árboles en las zonas
donde el pasto era mas alto y denso.
En cuanto a los bordes del bosque es mínima la aparición de nuevos ejemplares mas allá
de los que pueden crecer bajo las ramas de los ya existentes, tratándose de muy pocos
chal-chales cuyas semillas han logrado atravesar el colchón de pasto bermuda. Eso
sugiere que el ancho actual del anillo del bosque de ombúes no perdió grosor pese a la
gran presión ganadera. El terreno puede inundarse a ambos lados del bosque y eso sería
uno de los factores limitativos en el desarrollo de su grosor.
Tomando en cuenta que todos los grandes y medianos herbívoros nativos con excepción
del ñandú estaban ausentes del bosque de ombúes tomé la decisión de poner dos
caballos y ver que comían.
Así fue como aprendí, que pese a la gran diferencia de peso entre un caballo y un guazú-
birá o un carpincho, el efecto que hace un caballo dentro del monte favorece la
reproducción de los árboles. Eso es así porque come el pasto, impidiendo que éste
ahogue a los arbolitos durante sus primeros años de vida ( un coronilla puede ser
vulnerable al pasto por mas de 7 años) y porque los caballos, no comen ni hojas de
palmera ni ramas de árboles, salvo los potrillos que lo prueban todo. Hay caballos que
pueden tener preferencia por ramitas tiernas de Lantana o ceibo, pero eso se soluciona
poniendo los caballos dentro del monte unas tres o cuatro semanas al año. De esa forma
el mucho mayor tamaño de los caballos se compensa con la presencia una menor
cantidad de días al año, en el entendido que el guazú-birá estaba presente en el monte
todos los días.
En cambio los vacunos hacen un uso del ecosistema muy diferente. En una ocasión
cinco vacas entraron al bosque de ombúes y estuvieron allí tres días. En tan corto
tiempo comieron las ramas de la mayoría de las palmeritas, comieron los tallos de casi
todos los ombucitos, comieron ramas de varias especies de árboles y por supuesto,
también comieron pasto. Las ovejas perjudican mucho la renovación del monte, porque
comen los brotes o los ejemplares jóvenes hasta de las especies mas espinosas.
Durante unos cuantos años nos preguntamos que pasaba con la reproducción de los
ombúes. Tanto en marzo-abril, como en setiembre-octubre había casi todos los años dos
eventos de germinación masiva que ocupaba cada espacio del monte que estuviera libre
de cobertura vegetal. Esos espacios son pocos, en general, los costados del sendero, las
materia en descomposición de ombúes muertos, los montoncitos de arena dejados por
los tucu-tucus y poca cosa mas. Pero no muchos días después los moluscos y los
crustáceos terrestres habían eliminado a la totalidad de los arbolitos germinados.
Pero la gran creciente del año 2002 marcó la diferencia. La inundación mató muchas
plantas herbáceas y abrió claros dentro del monte, pero los ombucitos germinaron
especialmente sobre los bordes y bajo coronillas debilitados. Al contrario de lo que
sucedía hasta entonces, estos ombucitos alcanzaron un metro y medio o dos metros en el
primer año de vida. Parecen ser las inundaciones cortas lo que favorece la reproducción
de los ombúes, ya que las largas matan a los individuos adultos y a los jóvenes de una
inundación anterior.
Varios coronillas han muerto o quedado muy debilitados tras las inundaciones y son
muy pocos los renovales de esta especie, por lo que por ahora parece ir mermando
dentro del predio, si bien aun domina el monte en cuanto a su número.
Hasta ahora hemos hablado de los aspectos biológicos, pero toda discusión sobre el
manejo de un área protegida debe incluir la variable uso público.
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Suele suceder que un monte natural vaya perdiendo sus atractivos a medida que se hace
mas usado por el público.
La libre instalación de carpas, la colecta de helechos y otras plantas, la corta de ramas o
árboles vivos para hacer leña e incluso las heridas hechas en los troncos para colocar
hachas y machetes pueden deteriorar mucho un sitio y por los ciclos largos que
caracterizan a los bosques, esas cicatrices durarán mucho tiempo.
La parte estatal del Bosque de Ombúes se encuentra en el sitio que era mas utilizado por
los pescadores de camarones de la Laguna de Castillos. Como el predio ya era del
Estado y no había protección, la tierra de nadie era usurpada por todos.
Durante años, la parte mas cercana al Arroyo Valizas albergó muchos campamentos de
pescadores que duraban al menos tres meses y donde el fuego se hacía con coronilla y la
basura era dejada en el lugar.
Afortunadamente debo decir que tras mi llegada como encargado del sitio nunca mas se
acampó allí y ningún pescador volvió a recoger leña verde o seca del interior de la parte
cercada.
En cuanto a los visitantes, solamente unos pocos y pequeños grupos habían sido
llevados por unos pescadores a ver el Bosque de Ombúes antes de mi llegada.
A falta de indicaciones, los visitantes tras bajar del bote que los había transportado
deambulaban libremente por el interior del monte. La ventaja para el visitante era que
no tenía límite de tiempo, pero por otro lado no tenía la certeza de ver los ejemplares
mas grandes y mas llamativos y tampoco tenía quien le diera información si la requería.
La desventaja para el pescador era que debía esperar pacientemente al lado del bote
hasta que retornaran los visitantes.
El propio monte, por su parte, era recorrido por todos lados, había quien subía a los
árboles y hasta quien dejaba inscripto su nombre en la corteza.
Es por eso que una vez diseñado un senderito muy simple, que no hacía mas que unir
tramos de varios senderos hechos por el ganado durante añares, la nueva fue muy
bienvenida por los boteros y visitantes.
La experiencia perdía aquella “Naif” sensación de explorar el monte por cuenta propia,
pero como se buscó que el senderito pasara al lado de los árboles mas llamativos y
ponía un principio y un fin claros, fue fácil que los boteros aceptaran guiar a los grupos
que yo mismo no pudiera guiar.
Ese fue el éxito del Bosque de Ombúes.
El diseño de los senderos interpretativos es todo un desafío. Un mismo monte puede
“dar” una lindísima experiencia natural si el sendero está bien hecho o puede generar
una experiencia pobre y aburrida si está mal hecho. Quien vaya a diseñar un sendero
para visitantes, lo primero que debe hacer es tomarse mucho tiempo y recorrer
absolutamente todo el predio anotando la situación de posibles puntos de interés, como
grandes rocas, vistas, buenos ejemplares de cada especie de árbol, donde las epífitas se
vean bien, donde los helechos sean mas abundantes, un claro con regeneración, un sitio
con árboles caídos etc. Luego debe ir uniendo cada punto de interés, pero no uniéndolos
por líneas rectas, sino uniéndolos según lo permita el suelo y la pendiente para
minimizar la erosión. Aparte habrá que buscar la armonía, evitando curvas demasiado
cerradas donde el público acortará camino y rectas largas donde la gente se aburre un
poco. Pero no hay que exagerar con las curvas porque es allí donde si el diseño es malo,
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buena parte del ángulo visual de los visitantes está ocupado por los demás miembros del
grupo.
El predio estatal es muy pequeño, además el ancho del monte es de solo unas decenas
de metros y como se trata de terreno llano y el bosque era muy abierto, no hubo mas
remedio que diseñar un sendero que a decir verdad no daba para otra cosa que hacer
pasar la gente de ida y vuelta por los mismos lugares. Ese hecho tenía la desventaja de
que el sendero era pisado dos veces en el mismo sitio por el mismo grupo de personas.
Hace un par de años aprovechando el hecho de que el sotobosque se ha desarrollado
mucho decidí ampliar el sendero de tal forma que en tres zonas el público se desviara
del sendero principal. Con eso ahora el visitante accede a zonas que antes no transitaba,
lo que le permite ver nuevos aspectos del monte y además el sendero principal es usado
solo en un sentido, lo que minimiza su erosión. La abundancia del sotobosque aminora
la visibilidad dentro del monte y por eso la gente ignora si la otra parte del sendero está
cerca.
Es muy interesante ver como el tamaño de los grupos incide en la experiencia natural.
Eso tiene dos componentes, lo relativo a los animales y lo relativo al público en si
mismo.
He observado que los visitantes que forman grupos pequeños tienen mas oportunidades
de ver las aves del interior del monte, como zorzal, paloma de ala marrón y cardenal
azul y también son los que ven mejor a los lagartos y hasta a las mariposas cuando están
posadas.
En los grupos grandes, de hasta 30 personas, solo las primeras personas llegan a ver
esos animales.
En cuanto al componente humano, es inevitable que la gente converse en los grupos
grandes, por tanto no solamente se pierden de ver a las aves, sino que se dificulta oír los
cantos y también se perjudica la interacción guía-visitante. En los grupos grandes, los
visitantes que van atrás tienen constantemente muchos cuerpos humanos delante, lo que
quita visibilidad y empobrece mucho la experiencia.
Está claro que el tamaño del predio del Refugio de Fauna Laguna de Castillos no
permitirá proteger mas que una mínima muestra del Bosque de Ombúes que bordea la
laguna.
Desde 1992 todo el resto del Bosque de Ombúes quedó incluido dentro del Área
Protegida Laguna de Castillos, un área protegida de límites no claros, que tendría mas
de cincuenta mil hectáreas abarcando toda la laguna, todos sus bañados y que llegando a
la costa abarca el Cabo Polonio, cierta superficie de mar y las islas.
La mayor parte de esa área está compuesta por campos privados y la gestión tendiente a
la conservación de la naturaleza es mínima, habiendo algunos vecinos que incluso han
canalizado sus bañados.
Por suerte el Bosque de Ombúes ha demostrado ser muy interesante para el público y
con el tiempo algunos propietarios han comenzado a tomar medidas prácticas de
conservación.
En “La Barra Grande” existe una clausura ganadera que cuenta quizás ya con diez años
en un tramo de unos doscientos metros de monte. El primer año hubo muy buena
reproducción de ombúes y de casi todas las especies de árboles acompañantes salvo el
coronilla. En años subsiguientes no se constató un sucesivo aumento en el número de
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ombucitos nuevos. Aquí el ecosistema está en mejores condiciones que en la parte
estatal porque hay buena población de carpincho y guazubirá, animales que pastan y
ramonean dentro del monte.
En “El Monte Grande” desde el 2000 se mantienen cercos de ramas para proteger a los
grupitos de ombúes que crecen espontáneamente y en 2004 se levantó un cerco eléctrico
que permite a los propietarios poner y sacar ganado en la zona visitada por los turistas
con el fin de mantener el pasto corto y minimizar la renovación del sotobosque.
En “La Guardia del Monte” no se ha hecho un manejo especial del monte de ombúes,
pero existe gran preocupación por el combate a la caza furtiva. Actualmente sus
propietarios están muy preocupados por el rápido deterioro del bosque debido a la
influencia perjudicial que produjo el prolongamiento del período de anegamiento tras la
construcción de canales de drenaje en los bañados por parte de vecinos.
Dado que la mayor parte del área protegida designada está en manos privadas, será muy
difícil que a largo plazo se pueda proteger la totalidad del bosque de ombúes, ese gran
anillo que constituye una rareza botánica. Habrá que conversar, negociar y ejecutar
acciones.
Tendrá que haber mas guardaparques, quienes en definitiva podrán orientar a los
propietarios y controlar que se ejecuten las medidas. La naturaleza no se conserva por
decreto.
Ante todo habrá que hacer que la sociedad uruguaya incorpore nuestra naturaleza al
concepto de Patrimonio Nacional. Nuestros montes naturales, el ñandú y la palma butiá
no se pueden proteger en Korea o Guatemala, su conservación solo es posible aquí, por
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tanto su presencia es Patrimonio Nacional y es tan irremplazable como un cuadro de
Blanes.
Solo cuando nuestros bosques naturales sean realmente reconocidos, solo entonces se
los podrá conservar bien, pero hay que empezar y en eso estamos.
Juan Carlos Gambarotta
Guardaparque
Refugio de Fauna Laguna de Castillos
Castillos, 27.200

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